Augusto Bernardino Leguía y Salcedo, nacido el 19 de febrero de 1863 en Lambayeque, es una de las figuras políticas más importantes y controvertidas de la historia del Perú. Fue presidente del Perú en dos ocasiones: de 1908 a 1912 y nuevamente de 1919 a 1930. Su segunda presidencia, a menudo llamada "El Oncenio" debido a su duración de once años, se caracterizó por una fuerte centralización del poder y la modernización del país, pero también por un creciente autoritarismo.
Leguía provenía de una familia adinerada y estudió en Perú antes de mudarse a los Estados Unidos, donde trabajó en el sector de seguros. Al regresar a Perú, se incorporó a la escena política y se destacó por sus habilidades administrativas y su visión modernizadora. Se convirtió en ministro de Hacienda bajo el gobierno de José Pardo y fue elegido presidente en 1908.
Durante su primer mandato (1908-1912), Leguía implementó importantes reformas, incluyendo la promoción de la inversión extranjera y el desarrollo de infraestructura, como carreteras y ferrocarriles. Sin embargo, su primer mandato también estuvo marcado por una creciente oposición política, especialmente de parte de las facciones conservadoras, y no fue reelegido.
En 1919, Leguía regresó al poder tras un golpe de estado contra el presidente electo, José Pardo. Inició entonces su segundo y más largo mandato, durante el cual consolidó su poder de manera autoritaria. Bajo su régimen, reformó la constitución en 1920 y gobernó con mano dura, suprimiendo a los opositores políticos y centralizando el poder ejecutivo. Sin embargo, su gobierno también estuvo marcado por una notable modernización del país, con reformas en los sectores de educación, transporte y economía. Leguía también fomentó la inversión extranjera, especialmente de Estados Unidos, para modernizar la infraestructura y estimular la economía peruana.
Su gobierno firmó varios tratados controvertidos, como el Tratado Salomón-Lozano (1922) con Colombia y el Tratado de Lima (1929) con Chile, que resolvieron algunos conflictos territoriales, pero generaron oposición en el país.
A pesar de los éxitos económicos y los proyectos de modernización, El Oncenio estuvo caracterizado por una concentración extrema del poder en manos de Leguía y una represión de los disidentes. La oposición a su régimen creció con los años, especialmente entre los intelectuales y los jóvenes militantes, algunos de los cuales se unieron a movimientos políticos emergentes como el APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana), fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre.
En 1930, mientras el país atravesaba una crisis económica debido a la Gran Depresión mundial, Leguía fue derrocado por un golpe militar liderado por Luis Miguel Sánchez Cerro. Fue encarcelado y pasó el resto de su vida en prisión, donde murió en 1932.
Augusto B. Leguía sigue siendo una figura divisoria en la historia del Perú: admirado por sus reformas modernizadoras y sus esfuerzos por desarrollar el país, pero criticado por su régimen autoritario y su desprecio por las libertades democráticas.