Miguel Iglesias Pino de Arce, nacido el 11 de junio de 1830 en Cajamarca, fue un militar y político peruano conocido por su papel durante y después de la Guerra del Pacífico (1879-1884). Ocupó la presidencia del Perú entre 1882 y 1885 en circunstancias extremadamente difíciles, ya que el país estaba profundamente dividido debido a la ocupación chilena y los conflictos internos.
Iglesias nació en una familia aristocrática de Cajamarca y comenzó su carrera militar a una edad temprana, participando en varias guerras civiles peruanas en la década de 1850. Sin embargo, fue durante la Guerra del Pacífico cuando alcanzó mayor notoriedad. Después de que Lima fue ocupada por las fuerzas chilenas en 1881, Iglesias lideró la resistencia peruana en el norte del país, pero es más conocido por su postura pragmática a favor de negociar un tratado de paz con Chile. Ante la creciente devastación y el colapso de la economía peruana, Iglesias creía que una paz rápida era necesaria para evitar la destrucción total del país.
En 1882, Iglesias se autoproclamó "Jefe Supremo" del Perú en Cajamarca, consolidando su poder en el norte y buscando negociar con Chile. Su decisión de buscar la paz fue muy controvertida, ya que gran parte de la población peruana, junto con otros líderes militares como Andrés Avelino Cáceres, estaban decididos a continuar la guerra. No obstante, Iglesias logró firmar el Tratado de Ancón en 1883, que puso fin a la Guerra del Pacífico, aunque a costa de ceder la provincia de Tarapacá a Chile.
La presidencia de Miguel Iglesias estuvo marcada por grandes dificultades, ya que el país permanecía dividido entre facciones pro-paz y pro-guerra. Su gobierno nunca logró restablecer completamente la unidad nacional, y en 1885 fue derrocado por una revuelta liderada por Andrés Avelino Cáceres, quien consideraba a Iglesias un traidor por haber firmado la paz con Chile.
Después de su caída del poder, Iglesias se retiró de la vida política activa y regresó a Cajamarca. Falleció el 7 de noviembre de 1909. Su legado sigue siendo controvertido: para algunos, es visto como un pragmático que salvó al país de una mayor destrucción, mientras que para otros es el símbolo de la rendición y las pérdidas territoriales que sufrió Perú frente a Chile.