Guillermo Billinghurst Angulo fue una de las figuras más controvertidas de la política peruana a principios del siglo XX. Nacido el 27 de julio de 1851 en Arica (que en ese momento formaba parte del Perú antes de ser anexada por Chile), Billinghurst fue presidente del Perú entre 1912 y 1914. Su mandato presidencial fue breve, pero estuvo marcado por un intento ambicioso de reformas sociales, lo que lo hizo popular entre las clases trabajadoras, pero provocó la hostilidad de las élites conservadoras y el ejército.
Antes de ingresar a la política, Billinghurst hizo carrera como empresario. Su fortuna personal, obtenida en el comercio y el desarrollo de infraestructuras urbanas en Lima, le permitió desempeñar un papel influyente en los círculos políticos y económicos del país. Comenzó su carrera política como regidor de Lima y luego fue elegido alcalde de la capital en 1909. Su mandato como alcalde se destacó por varias iniciativas en favor de las infraestructuras públicas, lo que le valió una creciente popularidad entre las clases populares.
En 1912, Billinghurst fue elegido presidente del Perú, apoyado por una amplia coalición de grupos obreros y de la clase media. Prometió implementar reformas para los trabajadores, incluidas la mejora de los salarios y la reducción de la jornada laboral. Sin embargo, su enfoque populista y sus iniciativas de reforma rápidamente suscitaron la oposición de las élites conservadoras, los grandes terratenientes y los militares, quienes vieron sus políticas como una amenaza a sus intereses económicos y políticos.
Una de las principales iniciativas de Billinghurst fue la idea de convocar a un congreso popular para redefinir las políticas sociales y económicas del país. Esta propuesta radical intensificó la desconfianza de las élites hacia él, y su intento de ejercer un control más directo sobre el Congreso exacerbó las tensiones políticas. Frente a una creciente oposición, Billinghurst tuvo que enfrentarse a disturbios políticos, marcados por huelgas y manifestaciones apoyadas por sus seguidores, así como por maniobras militares contra su gobierno.
En febrero de 1914, un golpe militar dirigido por el coronel Óscar R. Benavides derrocó a Billinghurst. Tras su destitución, fue exiliado a Chile, donde pasó el resto de su vida. Falleció en Iquique el 28 de junio de 1915. Aunque su gobierno fue breve y terminó de manera violenta, Billinghurst sigue siendo una figura importante en la historia peruana por sus intentos de defender los derechos de los trabajadores y promover reformas sociales en favor de los más desfavorecidos.
Su mandato abrió un debate nacional sobre las reformas sociales y económicas, dejando un legado duradero en la política peruana. Para algunos, es visto como un pionero de la justicia social; para otros, se le critica por haber gobernado de manera demasiado radical y autoritaria.