Justo Figuerola, nacido en Lima en 1771, fue un político peruano que ocupó la presidencia del Perú en dos ocasiones, en 1843 y nuevamente en 1844, durante periodos de gran inestabilidad política. Figuerola es visto como un líder de transición, llamado a ocupar el poder para calmar las tensiones entre facciones políticas en conflicto. Aunque su tiempo en el cargo fue relativamente breve, se le reconoce por sus esfuerzos por mantener el orden y la estabilidad en un Perú marcado por guerras civiles y luchas constantes por el poder.
Proveniente de una familia influyente, Figuerola siguió una carrera política en la administración peruana tras la independencia del país. Ganó una reputación como moderado, capaz de navegar entre las diversas facciones que dividían al país. Su primer mandato como presidente tuvo lugar en 1843, durante un periodo de agitación civil, en el que varias figuras políticas y militares competían por el control.
Figuerola fue nombrado presidente provisional en un momento en que el país buscaba estabilizarse tras la caída del general Juan Francisco de Vidal. Sin embargo, su mandato no estuvo marcado por reformas importantes o decisiones trascendentales, ya que su tarea principal era restaurar el orden y preparar el terreno para un gobierno más estable. Su papel consistió principalmente en apaciguar las tensiones y organizar elecciones para elegir a un nuevo líder.
En 1844, Figuerola fue llamado nuevamente a la presidencia por un corto periodo, ya que la situación política seguía siendo tensa. Durante su segundo mandato, supervisó la transición del poder a Ramón Castilla, quien asumió la presidencia poco después y dio inicio a un periodo de relativa estabilidad para el Perú.
Justo Figuerola se retiró de la vida política activa tras el final de su segundo mandato. Falleció en 1854, dejando un legado como estadista que contribuyó a la estabilización del Perú en momentos críticos. Aunque no se le considera un gran reformador, su papel en la gestión de las transiciones políticas del país es a menudo elogiado como esencial para permitir que surgieran liderazgos más estables.