Dina Boluarte es la primera mujer en ocupar la presidencia del Perú, un país históricamente dominado por políticos masculinos. Nació el 31 de mayo de 1962 en Chalhuanca, Apurímac. Proveniente de una familia modesta, Boluarte estudió derecho en la Universidad San Martín de Porres en Lima, donde obtuvo su título antes de trabajar durante varios años en el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (RENIEC). Durante sus años en RENIEC, adquirió una vasta experiencia en la administración pública y se consolidó como una funcionaria dedicada y competente.
Antes de entrar plenamente en la política, Boluarte no era muy conocida por el público. Sin embargo, ganó atención al unirse al partido político de izquierda Perú Libre, liderado por Vladimir Cerrón, durante las elecciones generales de 2021. Fue bajo esta bandera que fue elegida vicepresidenta junto al presidente Pedro Castillo. También ocupó el cargo de ministra de Desarrollo e Inclusión Social en el gobierno de Castillo, trabajando en proyectos destinados a reducir las desigualdades y mejorar las condiciones de vida de las poblaciones más vulnerables.
Su papel como vicepresidenta fue crucial en un contexto de una presidencia marcada por crisis políticas constantes, acusaciones de corrupción y dificultades en la gobernabilidad. Aunque inicialmente apoyó a Pedro Castillo, Boluarte se distanció gradualmente de él, expresando desacuerdos con algunas de sus políticas y su gestión de las tensiones con el Congreso. Su enfoque más moderado y pragmático la distinguió dentro de un gobierno turbulento.
El 7 de diciembre de 2022, Pedro Castillo intentó disolver el Congreso en un movimiento desesperado para evitar su destitución, pero este acto fue rápidamente condenado por diversas instituciones peruanas, lo que llevó a su arresto. En ese momento, Dina Boluarte, como vicepresidenta, asumió la presidencia del país. Así se convirtió en la primera mujer en presidir el Perú, en un ambiente extremadamente tenso marcado por protestas masivas en contra de su gobierno. Boluarte enfrentó de inmediato enormes desafíos, entre ellos la gestión de las tensiones sociales, la reactivación de la economía pospandémica y la lucha contra la corrupción.
Como presidenta, Boluarte buscó promover el diálogo y la reconciliación en un país profundamente dividido. Sin embargo, enfrentó una feroz oposición por parte de diversos sectores políticos y sociales, que la vieron como una continuación de las políticas de Castillo. Protestas, algunas de ellas violentas, sacudieron el país, y su presidencia estuvo en gran parte marcada por una crisis política persistente.
Boluarte también tuvo que gestionar las altas expectativas de los peruanos que esperaban importantes reformas sociales y económicas. Aunque expresó su intención de llevar a cabo reformas, la dinámica política inestable y las crecientes tensiones con el Congreso dificultaron la implementación de sus planes. No obstante, mantuvo un firme compromiso con la preservación de la democracia peruana y el respeto de sus instituciones.
Boluarte es una figura política que representa un punto de inflexión en la historia del Perú. Su ascenso a la presidencia como mujer, en un contexto de crisis política, la convierte en una pionera en un país donde las mujeres históricamente han tenido poco espacio en los más altos niveles de poder. Su mandato sigue siendo un momento decisivo en la evolución política del Perú, aunque su capacidad para gobernar de manera eficaz ha sido cuestionada debido a las circunstancias excepcionales que rodearon su ascenso al poder.