Dramaturgo y actor
Novelista
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Política, ex primera Ministra
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Poeta
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Periodista y escritor
Poeta y escritor
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Escritor
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Cronista indígena
Neurólogo y antropólogo
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Intelectual y reformador
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Cantante y compositor
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Escritor y presentador de televisión
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Poeta y guerrillero
Ex secretario general de la ONU
Chef, conocido por su cocina de fusión
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Poeta y artista
Filósofo y escritor marxista
Industrial y empresario
Novelista y etnólogo
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Política
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Tenista
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Matemática y arqueóloga
Historiadora y antropóloga
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Líder de la rebelión indígena
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Héroe de la Guerra del Pacífico
Militar y político
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Entrenadora y exjugadora de vóley
Activista ambiental
Personalidad de la televisión
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Exfutbolista
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Chef del restaurante Central
Ex jefe de los servicios secretos
Cantante popular
Diseñador de moda
Cantante de música exótica
Atahualpa, el último emperador inca, nació alrededor de 1502 en la ciudad de Quito, en el actual Ecuador, en una época en la que el Imperio Inca estaba en su apogeo. Era hijo del emperador Huayna Cápac y de una princesa de Quito, lo que le dio un estatus especial desde su nacimiento. Su vida, sin embargo, estuvo marcada por la rivalidad con su medio hermano Huáscar, una disputa que desencadenó una guerra civil que debilitó al imperio en el momento crucial de la llegada de los conquistadores españoles.
Atahualpa creció en la corte imperial inca, donde fue educado en las artes de la guerra, la política y la religión. Como hijo de Huayna Cápac, tenía derecho a una porción del vasto Imperio Inca, que en ese momento se extendía desde el sur de Colombia hasta el centro de Chile. Sin embargo, tras la muerte de Huayna Cápac, el imperio fue dividido entre sus dos hijos: Atahualpa y su medio hermano Huáscar. Atahualpa recibió el control de la región norte, con su sede en Quito, mientras que Huáscar gobernaba desde Cuzco, la capital tradicional del imperio.
La división del imperio no tardó en convertirse en una amarga disputa entre los dos hermanos. Huáscar, que se consideraba el heredero legítimo, exigió el control total del imperio y declaró la guerra a Atahualpa. Lo que siguió fue una brutal guerra civil que duró varios años y que devastó gran parte del territorio inca. Atahualpa, un comandante militar hábil, logró derrotar a las fuerzas de Huáscar en varias batallas, y finalmente capturó a su hermano en 1532, consolidando su control sobre el imperio.
La victoria de Atahualpa, sin embargo, llegó en un momento fatídico. Mientras el Imperio Inca estaba debilitado por la guerra civil, los conquistadores españoles liderados por Francisco Pizarro llegaron a las costas de lo que hoy es Perú. Este encuentro marcó el principio del fin del imperio más poderoso de América del Sur.
En noviembre de 1532, Atahualpa se encontraba en la ciudad de Cajamarca, en el norte del Perú, celebrando su victoria sobre Huáscar, cuando Pizarro y sus hombres llegaron al territorio inca. A pesar de las advertencias sobre la presencia de los extranjeros, Atahualpa subestimó el poder de los conquistadores. Convencido de la superioridad de su ejército, aceptó reunirse con Pizarro en Cajamarca, sin sospechar que los españoles planeaban una emboscada.
El encuentro entre Atahualpa y los españoles fue un choque de culturas sin precedentes. Los españoles, con su tecnología avanzada, caballos y armas de fuego, lograron capturar al emperador inca en una maniobra audaz y violenta. A pesar de la vasta superioridad numérica de los incas, la sorpresa y el pánico permitieron a los españoles tomar el control de la situación. Atahualpa fue hecho prisionero, y su captura marcó el principio de la caída del Imperio Inca.
Durante su cautiverio, Atahualpa intentó negociar su liberación ofreciendo a los españoles un rescate sin precedentes. Prometió llenar una sala con oro hasta donde alcanzara su mano, y dos salas más con plata, a cambio de su libertad. Los españoles aceptaron el acuerdo, y pronto comenzaron a llegar tesoros de todas partes del imperio, lo que representaba la vasta riqueza de los incas. Sin embargo, a pesar de cumplir con su parte del trato, los españoles no tenían intención de liberar a Atahualpa.
El oro y la plata recolectados por los incas solo sirvieron para aumentar la codicia de los conquistadores. Mientras tanto, Atahualpa seguía cautivo, y las tensiones entre los españoles sobre qué hacer con él aumentaban. Finalmente, Pizarro, temeroso de que Atahualpa pudiera organizar un contraataque o que su liberación fortaleciera la resistencia inca, decidió condenarlo a muerte.
El 26 de julio de 1533, Atahualpa fue ejecutado en la plaza de Cajamarca. Inicialmente, los españoles planearon quemarlo en la hoguera, un castigo considerado especialmente cruel por los incas, ya que creían que el cuerpo debía permanecer intacto para la vida después de la muerte. Sin embargo, tras aceptar convertirse al cristianismo en sus últimos momentos, Atahualpa fue ejecutado por garrote vil, una muerte considerada menos dolorosa.
La muerte de Atahualpa no solo marcó el fin de su vida, sino también el principio del fin del Imperio Inca. Aunque la resistencia inca continuó durante varios años más, el imperio nunca se recuperó de la captura y ejecución de su líder. Los españoles, con la ayuda de facciones indígenas enemistadas con los incas, lograron conquistar y someter a gran parte del territorio inca en los años siguientes.
A pesar de su trágico final, Atahualpa sigue siendo una figura central en la historia del Perú y de América Latina. Representa el último gran emperador inca, el líder de una civilización que fue destruida por la ambición y la codicia de los conquistadores europeos. Su vida y muerte son vistas como un símbolo de la resistencia indígena frente a la colonización.
En la memoria popular, Atahualpa es recordado no solo como un guerrero, sino también como un líder que intentó negociar la paz y salvar a su pueblo. Su trágico destino, atrapado entre dos mundos, sigue siendo una de las historias más conmovedoras de la historia precolombina y colonial de América del Sur.
Atahualpa fue un hombre de gran inteligencia, habilidad y coraje, pero su vida estuvo marcada por la tragedia. Fue el último emperador de un vasto imperio que cayó ante las manos de un pequeño grupo de conquistadores españoles, gracias a una combinación de traición, tecnología avanzada y la desventaja de un imperio dividido por la guerra civil. Su historia es una advertencia de cómo la ambición y la violencia pueden destruir incluso las civilizaciones más poderosas. A día de hoy, su figura sigue siendo un símbolo de orgullo y resistencia para el pueblo peruano y los pueblos indígenas de América Latina.