Sigo el camino de tus ojos: un árbol
que tú ni yo soñamos. Allí está, creciendo
hacia adentro de la casa vieja.
Puro y perfecto ha trepado los muros, invadido
nuestros muebles de paja y algún vuelo
repentino de sus hojas trizó los espejos.
¿Acaso lo advertimos? Ahora su tronco
impide la salida, desordena los enseres
y no hacemos lo de antes. Cuántas noches creímos
tropezar nuestros cuerpos y era la blandísima
corteza, el laberinto de sus ramas.
Hubo palabras y gestos nuevos
mirando el horizonte, inmensas madrugadas.
Sigo el camino de tus ojos hacia los interiores
de la casa: oyes cómo cruje y crece un árbol
sin sombras con el bello rumor de un hijo.