Te has arrodillado desnudo en la losa y has observado largamente tu propia mierda, Eduardo, Eduardo, luego de tres días sin comer has vaciado tu cuerpo y lo has visto como a un manso animal descansando al borde de la carretera. Estás desnudo, Eduardo, Eduardo, has acariciado torpemente la bola de cristal y nada has visto, apenas un fragor de caballos quebrando la pista, apenas tus huesos podridos flotando en el mar. Estás solo, Eduardo, Eduardo, ahora es el momento de cerrar los ojos y rascar con la uña la vana superficie del espejo, ahora es el momento de romper medallas y escupir los retratos de la B. de Portinari.
Tus genitales señalan al sur, Eduardo, Eduardo, la flecha impostora desvía bandadas de pájaros que equivocan el camino y juntas las palmas de las manos hasta procurar el fuego; así es el mundo, Eduardo, Eduardo, el mundo que hace del amor un grito inescuchable, el mundo que hace del amor una ventana rota.
La mitad del mundo es tuya y la otra del demonio, Eduardo, Eduardo, mas la otra es una malla de cobre donde cuelgan las palabras vacías como cajas de cartón en espera de ser utilizadas. Has plagiado un verso, Eduardo, Eduardo, te has inclinado ante tu propia mierda a desclavar estacas y volverlas a clavar, te has observado inútilmente en el espejo hasta saber que ahora es el momento de decir unas palabras. No sea que despierte el manso animal que descansa al borde de la carretera y lo atropellen.