8.

Rodrigo Quijano

Todo está en su lugar
o todo está fuera de sí
pero ese ejército aguarda impasible
dos metros enterrado boca abajo

sus muertos establecieron el comercio de estampas enmicadas
en las que brillaba todo lo que no era oro
y todo lo que no eran lágrimas de vidrio,
sino más bien
barrocos brocados y uñas rotas
en los esmaltados sucios pies de efigies santas.

Con los huesos y las piedras
armaron habitaciones de arena y obvios laberintos
en cuyas hornacinas descubrieron
el oro y la noche y la plata y la noche
pero sólo para preguntarse de qué estaba hecha
la carne de sus gordos corazones
y cual era el color de sus largas y sordas lenguas.

No han tenido más espejos que los de sus santos
ni más sueños que el de sus prolongadas propias muertes
y sin embargo alguien quisiera verlos morir
sólo por ver qué sucede.