Sin vergüenza en un campo italiano. Desnudos con Lucía en el campo italiano. Lucía recoge el saco de granos. Veo la luz reflejarse en su espalda, en ambas nalgas, donde una ranura oscura provoca imaginar su sexo, sus vellos, sus aguas eróticas.
La piel refleja la luz solar. Lucía tiene cabello como crines que vuelan cuando la llamo y ve que soy yo. Habíame dejado la barba.
Ahora sentado en esta tierra que ella pisa, los mismos pies que desayuné de madrugada.
Sin vergüenza desnudos los dos, cultivando este campo de trigo que será nuestro algún día. Mantenemos -con otros campesinos de manos más callosas- a la vida que bulle en la ciudad. Este instante sólo tengo ojos para contemplar su cuerpo. Dejo de trabajar.