Travesía de extramares (1950, Lima)

Martín Adán

Prima ripresa

Heme así... mi sangre sobre el ara
De la rosa, de muerte concebida,
Que, de arduo nombre sombra esclarecida,
Palio de luz, de mi sombra me ampara.

Heme así... de ciego que llameara,
Al acecho de aurora prevenida,
Desbocando la cuenca traslucida,
Porque sea la noche mi flor clara.

Abrumado de él, sordo por quedo,
He de poder así, en la noche obscura,
Ya con cada yo mismo de mi miedo.

Despertaré a divina incontinencia,
Rendido de medida sin mesura,
Abandonado hasta de mi presencia...

Quarta ripresa

- La que nace, es la rosa inesperada;
La que muere, es la rosa consentida;
Sólo al no parecer pasa la vida,
Porque viento letal es la mirada.

- ¡Cuánta segura rosa no es en nada!...
¡Si no es sino la rosa presentida!...
¡rosa y a la vida Si Dios sopla a la
Por el ojo del ciego... rosa amada!...

- Triste y tierna, la rosa verdadera
Es el triste y el tierno sin figura,
Ninguna imagen a la luz primera.

- Deseándola deshójase el deseo...
Y quien la viere olvida, y ella dura...

Sesta ripresa

- La rosa que amo es la del esciente,
La de sí misma, al aire de este mundo;
Que lo que es, en ella lo confundo
Con lo que fui de rosa, y no de mente.

- Si en la de alma espanta el vehemente
Designio, sin deseo y sin segundo,
En otra vence el incitar facundo
De un ser cabal, deseable, viviente...

- Así el engaño y el pavor temidos,
Cuando la rosa que movió la mano
Golpea adentro, al interior humano...

- Que obra alguno, divino por pequeño,
Que no soy, y que sabe, por los sidos
Dioses que fui ordenarme asá el ensueño.

Ottava ripresa

- No eres la teoría, que tu espina
Hincó muy hondo; ni eres de probanza
De la rosa a la Rosa, que tu lanza
Abrió camino así que descamina.

- Eres la Rosa misma, sibilina
Maestra que dificulta la esperanza
De la rosa perfecta, que no alcanza
A aprender de la rosa que alucina.

- ¡Rosa de rosa, idéntica y sensible,
A tu ejemplo, profano y mudadero,
El Poeta hace la rosa que es terrible!

- ¡Que eres la rosa eterna que en tu rama
Rapta al que, prevenido prisionero,
Roza la rosa del amor que no ama!
¡Ay, que es así la Rosa, y no la veo!...